domingo, 16 de mayo de 2010

9.

Kesh rodeaba a Sarah entre sus brazos, esta tenía las mejillas ruborizadas y los ojos muy abiertos. Llevaban así, abrazados y en silencio, un buen rato. Ambos pensaban en lo que acababa de pasar entre ellos.

- Gracias- dijo Sarah, rompiendo por fin aquel incómodo silencio-.

- ¿Gracias?- dice Kesh, enarcando una ceja-.

- Sí. Después de la visita de Keyla y lo que me contaste sobre ella…, me puse un poco nerviosa y tensa. Gracias a ti eso ha desaparecido, ahora me siento mucho mejor, ya solo recuerdo su visita como un mal sueño.

Kesh se despereza y se levanta con esa agilidad tan propia de él.

- Para mí también ha estado bien…he de reconocer que estaba algo tenso, pero contigo se me olvidan todos los problemas.

Sarah cierra los ojos y sonríe, Kesh coge una manta que hay en el armario y la hecha por encima del cuerpo desnudo de Sarah, después vuelve a meterse en la cama y la coge por la espalda.

- Que mimada me tienes- dice Sarah con tono de burla-.

- Que va, mimada no, tan solo es que debo ser un buen anfitrión- dice apretando aún más sus brazos en torno a lo cintura de ella- no tienes ni idea de lo que te he echado de menos.

- Tú si que no tienes ni idea, he estado un mes entero pensando en ti, sin tener la menor idea de cuando volverías. Estuve veintiún años sin saber lo que era el amor, sin tener ni idea de lo que era no poder sacarte a alguien de la cabeza, estar pensando en alguien todo el rato es… irritante, pero a la vez es reconfortable saber que quizás esa persona está pensando en ti también. Hace veintiún años no entendía lo que era el amor, porque había gente que lo describía como lo mejor que le había pasado en la vida, en cambio otras personas lo describían como sufrimiento, se pasaban horas y horas llorando por amor. ¿Qué era entonces, algo bueno o un sufrimiento infinito?, no lo sabía. Pero cuando tú viniste y te vi, empecé a entenderlo, cada vez más. Ahora lo entiendo del todo. Y lo describiría como… felicidad. Es la palabra que más se acerca en mi caso.

- Yo tampoco lo sabía, jamás me entró en la cabeza como la gente podía poner en juego su propia vida por una persona, sabía lo que era una necesidad física, he pasado por ello algunas veces, pero jamás daría mi vida por esa persona, era absurdo. Pero cuando te conocí… todo lo veía desde un punto de vista diferente, eres la luz que ilumina una parte del mundo que nunca había visto, ahora gracias a ti lo veo todo de un modo diferente, y le doy muchas vueltas a cosas que antes tenía claras. Gracias, Sarah. Gracias a ti me he dado cuenta que yo tan solo era un peón en la guerra eterna de los Rakseine y su ansia de poder.

Sarah sonríe interiormente, no era normal en Kesh hablar sobre sus sentimientos, y las pocas veces que lo hacía Sarah quedaba como colgada en una nube de felicidad.

- ¿Qué te parece si te arreglas y te llevo a comer uno de los mejores restaurantes de París? – dice Kesh al oído de Sarah- Tengo entendido que te gusta salir a comer fuera.

- Me parece bien, aunque la hora que es… la una- dice mirando al despertador que hay encima de la mesita de noche- Los restaurantes estarán ya llenos.

- Que va, tú ponte guapa- dice levantándose de la cama- Va, levanta- Sarah se levanta lentamente y va a al baño-.

- Necesito ducharme antes, mira que pelos me has dejado- dice echándose las manos a la cabeza- tardaré poco.

- Vale, date prisa.

- Sí sí.

Sarah entra en el baño y cierra la puerta tras de sí. Kesh abre el armario y se pone unos elegantes pantalones negros y una camisa a rayas grises y negras, después va al salón y coge la guitarra que Sarah trajo consigo, la observa atentamente. Una Fender negra, la primera palabra que le viene a Kesh a ala cabeza: cara. Aquella guitarra le tenía que haber costado un ojo de la cara por lo que Kesh se dijo que no debía romperla. Sin conectarla al amplificador pone los dedos en los trastes, al azar y comienza a acariciar las cuerdas hasta ir descubriendo poco a poco el sonido de estas.

- ¿Qué haces, Kesh?, yo ya estoy.

Kesh alza la vista y la mira. Sarah se ha puesto un vestido corto y ha dejado suelto su pelo rizado, que le cae en hermosos tirabuzones hasta la mitad de la espalda.

- Estaba intentando saber como se toca esto- dice alzando la guitarra y sonriendo- Te queda bien el rojo, ¿Vamos?

- Vamos.

Llegan a un restaurante del centro de París a las dos de la tarde, por lo que el restaurante está lleno de gente, sobre todo turistas.

- Madre mía no vamos a comer ni mañana- dice Sarah-.

Kesh esboza su típica sonrisa torcida y dice:

- Tú espera y verás, te apuesto a que nos sentamos en la siguiente mesa que se vacíe.- Cuando el camarero pasa Kesh murmura algo en francés y el hombrecillo asiente rápidamente, Kesh guía a Sarah a la mesa que el camarero les señala con la mano, se sientan-.

- ¿Qué has hecho?-pregunta Sarah, incrédula-.

- Hacerle creer que habíamos reservado esta mesa.

- Que cruel eres.

- Que se le va ha hacer.

Sarah mueve la cabeza y comienza a observar el restaurante con curiosidad. Está muy decorado, lleno de fotos y cuadros. Sarah pasea la mirada por las mesas, pero se detiene en una. ¿Keyla?