miércoles, 21 de abril de 2010

8.

Sarah y Kesh aparecen en el pequeño apartamento de Kesh, a coger las pocas cosas que van a llevarse a Nueva York.
- Espera, ¿Tú estas seguro de que Keyla quiere matarnos?- dice Sarah-.
- Sí, sino no entiendo por qué ha venido, pero Keyla es retorcida, algo querrá saber si no me ha matado ya.
- Y…¿No hay alguna manera para que Keyla no pueda entrar a esta casa?
Kesh deja la maleta en el sofá, pensativo.
- Maneras de proteger una casa hay muchas, pero no se si resultarán efectivas contra Keyla.
- ¿Y por qué no intentarlo? Sea lo que sea lo que haya venido a buscar dudo mucho que lo haya encontrado en un solo día, en todo caso tendrá que volver. Si vuelve, entonces nos iremos. ¿Pero por qué no intentarlo?
Kesh se deja caer en el sofá, abatido. Y mira a Sarah, haciendo un brusco movimiento con la cabeza para apartar el flequillo de su rostro.
- Verás, Sarah. La cosa es que con Keyla no se intentan las cosas, o se hacen o no.
- - Bien. Pues ve haciendo un conjuro que proteja el apartamento, ya. Keyla no podrá entrar, estoy segura.
- ¿Segura?
- Sí, segurísima.
Kesh se levanta lentamente y sale al balcón. Sarah ve como el viento revuelve su cabello y sacude fuertemente sus ropas. Kesh se sitúa en el centro del balcón, de cara a la gran ciudad y alza una mano. Una bola de energía se va acumulando en torno a ella, y para cuando esta es lo suficientemente grande Kesh une las dos manos y pronuncia el conjuro. La bola sale directa hacia la casa. Sarah se tapa la cara con las manos instintivamente, pero las quita al ver que no ha pasado nada.
Kesh entra a la casa y cierra la puerta tras de sí.
- ¿Qué tal?
- Bien, pero me he quedado sin energía- dice Kesh, apoyándose en Sarah porque le fallan las piernas- No se tú, pero yo necesito dormir.
- Claro, yo también, son más de las cuatro de la mañana. Oye, ¿No te habrá visto nadie?
- Un jueves a las cuatro de la mañana, la gente que haya en la calle no creo que esté en su sano juicio, créeme.
Sarah asiente, esbozando una sonrisa cansada, y acompaña a Kesh hacia el dormitorio. Ambos se dejan caer en la cama, agotados.

Cuando Sarah se levanta ve que está sola en la cama, mira a su alrededor, pero Kesh no está allí. Suspira y se levanta de la cama, cambiando la camiseta y los pantalones cortos por una camisa roja de Kesh que hay a los pies de la cama. Al salir de la habitación ve a Kesh sentado en una silla, en el balcón. Sarah abre la puerta sigilosamente, pero el agudo oído de Kesh detecta hasta el más leve ruido y este gira la cabeza.
- Buenos días- le dice sonriente-¿Qué tal has dormido?
- Buenos días- contesta, sonriendo también y llevándose la mano a la cabeza para revolverse el pelo- He dormido bien, pero prefiero estar despierto- dice a la vez que se levanta y abraza al Sarah- cuando duermo no puedo estar contigo.
Kesh abraza a Sarah más fuerte, atrayéndola hacia sí, y comienza a besarla apasionadamente, comenzando por los labios y descendiendo hasta el la curva del cuello.
- Kesh…- dice Sarah, respirando entrecortadamente- vamos a entrar dentro, ¿te parece? La gente nos está observando.
Kesh se aparta un poco de ella, rozando su nariz con la de Sarah.
- Me importa más bien poco que nos estén mirando. Es culpa tuya, que lo sepas, son las consecuencias por ponerte solo esa camisa. Me provocas.
Sarah suelta una carcajada.
- ¿Y tú no me provocas a mí?
- No tanto, te lo aseguro.
- Ohhh yo creo que si. ¿Qué me dices cuando sales de la ducha, con tan solo la toalla?, ¿O cuando te tumbas en el sofá con las manos tras la cabeza…? Lo que pasa es que yo me controlo.
Kesh la coge en brazos y la lleva hasta el sofá, dejándola con delicadeza.
Sarah se acomoda en el sofá mientras Kesh cierra la ventana y vuelve a lanzarse sobre ella. Ella le desabrocha rápidamente los botones de la camisa y la tira a un lado.
- Lo siento. Yo, no puedo controlarme-susurra Kesh en su oído-.
Sarah sonríe, saca su camisa por encima de la cabeza y se la tira a Kesh, este se hecha hacia atrás y enarca una ceja. Sarah se levanta grácilmente del sofá y entra a la habitación, andando sobre la punta de sus pies.
- No se tú, pero yo considero el sofá…algo pequeño.
Kesh esboza su característica media sonrisa y salta del sofá, cerrando la puerta de la habitación tras de sí.




- Keyla, te lo hemos dicho mil veces. Tu obligación es obedecernos, si no lo haces, nos veremos obligados a matarte. Yo personalmente no quiero que eso suceda, eres demasiado valiosa y ahora que hemos conseguido por fin que la magia forme parte de ti eres más poderosa que nunca. Tenemos que matar a Kesh, él nos ha defraudado y como ya bien sabes, todo el que nos defrauda será castigado con la muerte. Incluido tu hermano, e incluida tú si nos desobedeces, Eldun está al alcance de nuestra mano, pero para poder entrar en combate es necesario que la médium y sus amigos estén muertos, son peligrosos, porque ya…
- Porque ya quedan menos magos en Eldun, y ellos son todos magos. No los subestimes…- repite Keyla meneando su cabeza y con los ojos en blanco, un gesto típico de ella de aburrimiento absoluto- Ya me has repetido esta charla más de seis veces, Gandor. Sé lo que tengo que hacer. Como tu bien me enseñaste, la paciencia es un gran don que pocos poseen, según tú uno de esos pocos eres tú. Pues aplícate el cuento y déjame en paz de una vez, sé perfectamente lo que tengo que hacer, no dudes de mí.
Con esto último Keyla se levanta del sofá del salón principal de los Rakseine (una sala grande y muy decorada, llena de cuadros y elegantes sillas y sofás donde los Rakseine llevaban a cabo todas las reuniones importantes) y se dispone a salir de la habitación, pero Gandor la coge del hombro.
- ¿Pero qué te has creído tú, niña? ¿Qué me puedes hablar de esa manera?
A tus superiores se les habla de usted, y siempre con profundo respeto…
- No me toques- dice Keyla, apartándose bruscamente de Gandor- yo te hablaré como me de la gana, tú no me das ordenes.
Y con esto último sale de la habitación, y de Eldun. Apareciendo en la estación de metro de un soleado y agobiante París.

viernes, 2 de abril de 2010

7.

-Ah, Keyla. Ya has vuelto.

Keyla pasa al lado de la humana, sin pronunciar palabra.

-Pensaba que tardarías más en volver.

Keyla se detiene y gira su menudo cuerpo.

- Me subestimas, Tessa.

Tessa inclina su cabeza.

Tessa es la hija de el orto jefe Rakseine, Gandor. Ella y Keyla han sido amigas desde la infancia, pero aunque Tessa crea que ella es igual que Keyla, esta la maneja como quiere. Tessa es humana prácticamente, tiene algo de sangre de hada, pero muy poca. Su piel es morena, y su pelo rubio y liso. Tessa tiene los ojos grandes y alargados como las hadas, pero los suyos son verde oscuro. Es dos cabezas más alta que Keyla y tiene cuerpo de bailarina. Pelea bien, pero no es maga.

- ¿Has acabado con Kesh?- dice Tessa, levantándose de la silla.

Keyla la mira a los ojos, enarcando una ceja. Leyendo a las claras en la mente de Tessa que a ella le entraba una angustia impresionante al sopesar siquiera la muerte Kesh.

Keyla sonríe levemente.

-No, Tessa. Ahora mismo no me conviene matarlo.

-Keyla, los señores te dieron orden de matarlo.

- Sinceramente, me da un poco igual las órdenes que me den o me dejen de dar.

Tessa abre los ojos de par en par.

-Keyla, ¿Cómo te atreves a decir eso? Nosotras debemos cumplir con lo que nos dicen los jefes, y sus órdenes han sido claras. Te dijeron que tenías que matarlo hoy.

-Se perfectamente lo que me dijeron, no soy imbécil. Pero por ahora, me interesa mantenerlo con vida- dice Keyla, con una sonrisa en su angelical rostro-.

-Pero, tu no puedes desobedecer las órdenes de…

-Tessa, cállate ya ¿Quieres? Tú eres la primera que quiere que no muera Kesh para volver a tirártelo. A mí, libertad total, ¿Recuerdas?

Tessa se ve obligada a desviar la vista, incapaz de sostener por un momento más la mirada de los azules ojos de Keyla.

-Recuerdo.

A la cabeza de Tessa vienen imágenes de un día que encontró a Keyla lejos de la fortaleza, sentada en el suelo y realizando algún extraño conjuro.


>> - Keyla. ¿Qué haces?

Keyla se levantó, rápida como un rayo, con sus ojos, habitualmente de un precioso azul cielo, rojos como la escarlata. Tessa abrió mucho los ojos, de puro terror.

-¿Keyla…?

- ¡Tessa! ¿Qué haces aquí?

Keyla se acercó a Tessa, cogiéndola por su perfecto cuello y apretando, dejándola poco a poco sin respiración. Tessa manoteaba inútilmente, balbuceando que la soltase.

-Tessa, tú debes dejarme en paz. Si quieres seguir con vida, no tienes que estar siempre encima de mí. ¡Pasa de mí de una vez Tessa! No eres mi sombra, no intentes serlo. ¿Entiendes?

Tessa asintió apresuradamente, y la mano de Keyla entorno a su cuello se aflojó.

-Tú no puedes matarme, Keyla.

Los ojos de Keyla recuperaron su azul habitual. Y ésta sonrió de esa forma tan angelical propia de ella.

- ¿Estás segura de eso? Mira- dice Keyla, cogiendo a Tessa por el brazo y obligándola a acercarse al lugar donde ella estaba antes sentada. Tessa ve un bulto inerte, y distingue a Kesh tirado en el suelo, con un enorme corte que va desde su oreja hasta el final de su hombro izquierdo- le he hecho esto porque él me subestima, me trata como a una inferior. Casi lo he matado por contradecirme, y eso que es mi hermano. Imagínate lo que te haría a ti, Tessa, por espiarme.

Tessa tragó saliva, con los ojos abiertos como platos, y se dejó caer al lado de Kesh, que respiraba con dificultad y tenía sus ojos cerrados.

-Bien, os dejo. Recuerda, Tessa. A mí, libertad total.

Entonces Keyla desapareció.

Keyla sale airada de la habitación, con una forma de caminar muy típica de ella, dando pequeños saltitos y con una seguridad infinita, agitando tras de sí su larga cabellera llena de tirabuzones rojizos.